Fue un comunista, Nikita Krushchev, quien acusó a Stalin –después de su muerte- de practicar el “Culto a la personalidad”. Nikita, por cierto, siempre apareció como el más “fiel” y servil seguidor de Stalin… mientras estaba vivo. Nikita denunció los asesinatos masivos del “padrecito” Stalin. Su denuncia fue la piedra angular que, a la postre, derrumbó la dictadura comunista soviética… En China, apenas murió Mao Zedong, fueron acusados -por los también comunistas Zhou Enlai y Deng Xiaoping- los denominados “Banda de los Cuatro” que incluía a la propia viuda de Mao, Jian Qing , y sus colaboradores más cercanos Yao Wenyuan, Zhang Chungiao, y Wang Hongwen. Pasó a liderar China Deng Xiaoping, y comenzó las reformas para avanzar hacia una economía de mercado. Es considerado el arquitecto de la actual China. La esposa de Mao, Jian Qing fue condenada a muerte y luego se le conmutó la pena. Ella se suicidó al poco tiempo de salir de la cárcel.
El mariscal Josip “Tito” que gobernó Yugoeslavia más de 3 décadas, igualmente ejercitó el culto a la personalidad. Cuando muere se dudaba que sus posibles “sucesores” pudieran impedir la división de Yugoeslavia. La confrontación religiosa y étnica fueron aumentando y al final estalló una de las más cruentas guerras civiles contemporáneas. Hoy no existe Yugoeslavia. Se dividieron en ¡seis! países: Eslovenia, Serbia, Macedonia, Croacia, Montenegro y Bosnia y Herzegovina.
El culto a la personalidad no es otra cosa que la adulación –o adoración- unipersonal de un caudillo que por lo general es un dictador o un autócrata. Uno de sus principales componentes es la mimetización de la figura del caudillo con el estado que rige. Si el “jefe”, “padre” o “supremo” de un país está amenazado, la “Patria” asimismo lo está. Por supuesto, si el “jefe supremo” no puede gobernar, pues la “Patria” sería ingobernable. Otro componente que define sí se practica el culto a la personalidad, son la existencia de un “enemigo común”, el cual puede ser nacional o internacional. Esto justifica el rol del caudillo porque es el “salvador” de la “Patria”. Los enemigos pueden ser una potencia extranjera, una clase étnica o social, un grupo económico o político nacional… o todos a la vez tratando de ir en contra del “líder”, o sea, del país. Del mismo modo, es característica del culto a la personalidad, la persecución extrema de cualquier crítico del “jefe supremo”, es atacado ante la opinión pública para someterlo al escarnio público, es amenazado, perseguido y en algunas dictaduras hasta aniquilados. En cuanto a la propaganda, veremos al “supremo” en imágenes, fotografías, películas, videos y en todo medio masivo como un ser envuelto en un carisma cuasi-divino como el gran proveedor de la felicidad de “su pueblo”. Hasta cuando el caudillo se enferma, se afecta el país. A Hitler y a Mussolini se les presentaba como los grandes benefactores de Alemania e Italia respectivamente. Al general Franco, como “caudillo de España por la voluntad de Dios”. A Stalin, como el “padrecito”. Estos “bondadosos” dictadores asesinaron a millones de seres humanos sin que se les moviera su aureola.
Otros casos adicionales de culto a la personalidad lo encontramos en Cuba con los hermanos Castro, en Corea del Norte con la dinastía Kim y los casos de Muamar al Gadafi, Saddam Hussein y Bashar Al Assad, de Libia, Siria e Irak.
La sucesión en el poder
No es fácil, salvo que exista una dictadura férrea como en Cuba o en Corea del norte, la sucesión a la caída del caudillo. El mismo hecho que no exista alternabilidad en el poder y renovación de liderazgo hace difícil el remplazo de un caudillo cuando este deja el poder. Obviamente, el caudillo no permite que ninguna persona surja a su sombra. Esta es apartada de la vida pública, No es un hecho fortuito que Camilo Cienfuegos, el Ché o el general Ochoa desparecieran de la escena cubana. Cuba está llena de casos de jóvenes en ascenso como el canciller Robaina que los eclipsaron. Al lado del caudillo no se puede figurar. Si el caudillo te nota estás listo. Por esto es que cuando desaparecen los caudillos se crea un vacío de poder. Afortunadamente, en Venezuela, por ser un estado democrático y regirse por una Constitución Nacional aprobada en votación popular, la sucesión –de presentarse hipotéticamente el caso- el asunto se resolvería mediante una nueva elección presidencial, donde cada parte puede lanzar a su candidato a la primera magistratura del país. De violarse estos preceptos constitucionales, comiencen a leer de nuevo esta información porque ese sería el futuro que nos espera.
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